miércoles, 6 de junio de 2007

Un duro aprendizaje

Hoy estoy contento... más que nada porque he encontrado algo muy pero que muy suculento en la mula. Nada menos que un e-book con las tablaturas del disco "Magnum Opus", de Yngwie Malmsteen. Absolutamente todas las canciones... Tengo ya para unos cuantos meses antes siquiera de acercarme mínimamente a lo que toca el Maestro.

He sentido una emoción muy extraña al terminar la descarga y comprobar que no se trataba de un fake, una emoción que casi casi ha sido un eco de la misma que sentía cuando empecé con esta locura del guitarreo allá por el 94: cuando conseguí hacer un Fa Mayor que sonase claro y sin descolocárseme los dedos, mi primera escala ejecutada correctamente, el Claro de Luna de Santana (qué bonito, qué emotivo y cuánto se liga tocando eso, jeje) y mis primeros ejercicios que me llevarían a sonar como mi gran ídolo. Salve, oh gran Yngwie. Eres grande entre los grandes.

Y me pongo a hacer comparaciones, analogías en el aprendizaje de la vida y el de tocar un instrumento... Cuando empiezas a tocar la guitarra eléctrica sufres, incluso físicamente. Mis primeros días se saldaron con cortes en las yemas\puntas de los dedos de la mano izquierda por culpa del acero. La guitarra ya parecía decírmelo: "Conmigo no lo vas a tener nada fácil, chaval".

Pero seguí, no me quise rendir. Ya empecé en su momento con la guitarra española de mi padre y sabía que podía llegar a dominar la eléctrica si perseveraba. Igual que con cualquier cosa en la vida. Sólo es perseverar. Pronto, los cortes cicatrizaron y se convirtieron en durezas que me han seguido acompañando hasta ahora.

Al principio nos vemos con dificultades, llegamos a sufrir ante la ignorancia, la torpeza y las piedras que nos tiene preparadas el camino. Pero poco vamos avanzando, damos pequeños pasitos (el primer acorde, la primera escala) hasta que de repente, sin darnos cuenta, podemos dar tres pasos seguidos sin caer, e incluso ir relativamente deprisa (cuando junté tres acordes y me salió un clásico del rock más cincuentero sonreí durante horas, y cuando hice mi primera improvisación, ya lo flipaba). A partir de ahí, ya sólo queda seguir aprendiendo, y perfeccionar.

Pero sabes que ya lo has conseguido: has llegado a una meta volante en tu vida. Y a partir de ahí, la luna (o poder tocar un solo del señor Malmsteen, que tampoco es moco de pavo)

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